Gente que echamos de menos y "Nusets" de mis abuelos



Cada día a la misma hora se sienta en su escalón el chico que vende cupones de la Once. Cada día a la misma hora una mujer se le acerca con un perro viejecito y se pone a su lado. Charlan pausadamente, sin decir demasiadas cosas, de aquellas personas que conoces tanto que no hay que hablar mucho.
Cada día a la misma hora el quiosquero levanta la persiana y col•loca, entre la oscuridad cruda del invierno, toda la prensa en las estanterías.
Cada día, cuando yo bajo la calle me cruzo con la esteticient que lo sube y nos damos el buen día. Cada día, el repartidor deja caer la plataforma metàlica del camión al suelo y empieza a hacer rodar carros cargados de donuts por encima. Cada día el estanco de enfrente abre puntual y cierra todavía más puntual y cada día sale su ama con el cesto de mimbre para hacer la compra de última hora.
Como cada día, baja cargada con el carro de la compra la señora que compra la fruta en la plaza que están abiertos desde que es negra noche. Cada día, a la misma hora, los vecinos suben la persiana y cada día, a la misma hora, yo subo la mía.
Cada día, el mismo señor se fuma el cigarrillo sentado en el banco mientras observa la gente pasar, esperanzado que pase algo para distraerlo un rato más.
Un grupo de mujeres siempre sientan en la terraza del bar del lado y charlan, cada día.
De camino al coche me encuentro cada día, el mismo señor pidiendo limosna, acompañado de un perro estirado a su lado.
Dos gemelos repeinados esperan sentados en la calle que aparezca su padre con el coche para llevarlos a la escuela, como cada día.
La misma camarera sirve las mesas de los más madrugadores, algunos de ellos todavía con las ojos hinchados y la marca de la sábana.
Y cada día, la misma persona me sirve un café solo, con sacarina y para llevar, en el mismo lugar donde cada día la misma señora almuerza leyendo el periódico deprisa y corriendo.

Cada día, gente que no conocemos y que en cambio, vemos más que algunos miembros de la familia. Gente que nos encontramos a diario y que cuando faltan, los echamos de menos y nos sorprende a nosotros mismos.
Si algún día el chico de los cupones no está allá sentado, aquel día, lo echo de menos. De hecho, pienso si le ha pasado algo.
La rutina siempre vuelve, aquella costumbre de la mayoría de las personas que nos cruzamos por la calle, a la misma hora y el mismo día. La que va a clase de pilates los miércoles a las 17,30 y la que va a buscar el niño en la escuela.
Estamos hechos de rutina, aunque a muchos no nos guste o nos resistimos a pensarlo. Ella es la causante de la ruptura de muchas parejas, la causante del abandono de algunos trabajos o actividades.

Ella se instal•la con fuerza a nuestras vidas y a menudo nos hace que la acabamos odiando. Pero que hay de malo en ella? Es que no es bonito encontrarte con esta gente cada día, y darte el buen día? Es que no es bonito que alguien vaya a tomarse un café cada día a la misma hora y cruzártelo mientras entras al trabajo y pensar “hoy también está el del café” . Y aunque no lo saludes y posiblemente no lo hagas nunca, es cómo si interiormente sí que lo hicieras.O es que no es bonito que la chica antipática de la cafetería, sabiendo que le pedirás un café solo, un poco largo, para llevar, ya te lo empiece a preparar cuando entras por la puerta? Y que ni siquiera lo tengas que pedir.
 Y no es un auténtico placer romper esta rutina? Por que también vivimos el día a día buscando esta ruptura con ella y a menudo, cuando lo conseguimos obtenemos un resultado satisfactorio. Que la camarera antipática me dedique una sonrisa porque aquel día no quiero café y ya lo tiene hecho. Intenta disimular escondiéndolo pero ya lo he visto y le devuelvo la sonrisa. Me quedaré el café.

No es un placer la búsqueda de la no-rutina? Acabar antes de trabajar y que no sea oscuro. Seguramente no te encontrarás las personas a las que estás acostumbrada porque no es la hora del yoga y...qué placer no hacerlo, porque has roto la rutina. Y que te dice que la camarera, el chico de los cupones o los gemelos no te echarán de menos? Quién te dice que no te dedicarán un pequeño instante de sus vidas preguntándose si estarás bien?

Y no es maravilloso?

Hoy os traigo unos nusets, unas pastas que hacían mis abuelos a su pequeño horno de un pueblo de 400 habitantes. Una receta única que comparto con todos vosotros.
NUSETS DE MIS ABUELOS
Para unos 20 nusets

INGREDIENTES:
250 ml de aiguardiente
250 gr de azúcar
250 ml de aceite
750 gr de harina
25 gr de levadura fresca
MÉTODO:
Precalentamos el horno a 170 º. Preparamos una bandeja de horno con papel de hornejar.
En un bol mezclamos el aiguardiente con el azúcar y batimos con unas barillas para que se disuelva el azúcar. Después añadimos el aceite y volvemos a mezclar.
echamos la pastilla de levadura fresca mientras la deshacemos con los dedos y mezclamos hasta que vemos que queda integrada.
En un bol grande ponemos la harina en forma de volcán. Echamos después el líquido anterior en medio y amasamos.
Lo dejamos reposar unas dos horas al mismo bol tapado con papel film y a una temperatura de unos 21ºC . Pasado este tiempo veréis que se ha hecho como una aureola de aceite por cercando de la masa; ya está lista para trabajar.
Cogemos pellizcos de masa que los hacemos alargados y hacemos un nudo, tal cual.
Horenamos unos 20 minutos (estos nusets son muy buenos bien torraditos así que si os hace falta más tiempo, lo hacéis)

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4 comentarios:

  1. Neus la levadura fresca donde se puede encontrar en cualquier supermercado???:)
    Me parece una receta exquisita, tengo muchas ganas de hacerla.......................................

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    1. Miriii! Pues la levadura fresca yo la compro on el carrefuor o en el spar (ayer había seguro)jejeje

      Besitos

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  2. Ohhhhh, que ricos tienen que estar estos dulces!!!

    Un besito Neus,
    Sandra von Cake

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