Cupcakes de almendra




Hace mucho tiempo que tenía ganas de hacer unos cupcakes de almendra. Es un fruto seco que me encanta y no podría para de comer.
Después de hacer una cenita el Sábado por la noche con mis padres, la imagen es mi madre y yo comiendo almendritas tostadas, sin pelar. Porque gran parte del placer radica al mover los dos dedos, haciendo el movimiento perfecto que desenganchará toda la piel de la almendra. A veces pasa que no hay manera de pelar una de ellas, la piel está completamente adherida y entonces te incordias. Yo no tengo la paciencia de intentar pelarla, bien al contrario, la aparto y sigo comiendo.
Lo hago de manera automática, sin pensar, mientras charlo con mi madre. Y cuando pienso, "Neus, tendrías que parar" miro a mi madre y come y no puedo parar. Por la forma en que actúa, intuyo que lo mismo le pasa en ella. 
 Aquello que todos hacemos que comemos uno y nos decimos a nosotros mismos que será el último. Nos limpiamos las manos con la servilleta y mientras intentamos escuchar el discurso de nuestro interlocutor, no podemos dejar de desviar la mirada hacia la comida, que tanto deseamos volver a coger.Entonces volvemos a picar algo más, repitiendo exactamente la misma monotonía y así sigues y sigues cuando el alimento en cuestión (ya sean almendras, chocolate, galletas...) ya está más que finiquitado.
Pues las almendras, aún y no estar dentro mis alimentos preferidos ni formar parte de la familia del chocolate, tiene este poder en mí que sólo los dulces tienen. Y pensando, creo que son todos los tipos de almendras: tostadas, peladas, sin pelar, saladas...
 Últimamente Ferran y yo nos encontramos que tenemos que ir bastantes veces en Barcelona y  aunque suelen ser viajes relativamente cortos ya se nos están haciendo un poco pesaditos. Ya te conoces el camino como la palma de la mano, sabes en el punto en el que perderás la emisora y el punto en el que nos encontramos las magnificas viñas con casas señoriales a la altura de Vilafranca.
Que por cierto, desviándome un poco del tema de conversación, no puedo evitar hablar de este magnífico paisaje a la altura de Vilafranca. Me da lástima que vamos por autopista, me encantaría que fuera una pequeña carretera, que nos haga ir muy lentos para poder admirar todo este entorno. Ferran no puede evitar esbozar una sonrisa cada vez que suelto un "ohhh", que es cada vez que pasamos por allí. En realidad quizás soy yo que en mi mente tengo este paisaje como en un cuadro idealizado; si es así, cada vez que miro este cuadro me quedo con la boca abierta.

A menudo tiene la capacidad de trasladarme en el tiempo y hacerme retroceder años atrás. Cómo si viajara a los años 50 o 60 donde las familias acomodadas de la época que vivían en Barcelona y pasaban los veranos en la casa de campo.
Imagino a la familia Dalmau, haciendo las maletas por todo el verano y cargando con las criadas y todo para pasar los tres meses en la gran masía de Vilafranca. Familias con un gran poder económico, en las que más de una cabeza de familia tenía relaciones con la joven criada o niñera. Si esta desaparecía de repente, probablemente era que se había quedado embarazada y a menudo, la ama lo debía de saber. Familias con unos humos inaguantables y con unos hijos malcriados y criados para ser unos inútiles. 
 Hijos que aparte de ser una pésimos empresarios, toparán con la crisis del textil y perderán toda la fortuna de los antepasados. Y venderán estas masías señoriales, espléndidas, algunas de las cuales todavía no han sido restauradas y conservan el encanto de lo antiguo, del paso del tiempo. Lo que daría para poder entrar un día y caminar por dentro, y bajar por las escaleras que seguramente deben de haber al salón e imaginarme como la señorita Dalmau, en plena adolescencia y las mejillas ruborizadas las baja, engalanada con sus mejor ropas. 


 Lo que daría por pasearme por los pasillos y pararme en la habitación de la criatura pequeña a la que ni la madre amamantaba, por eso ya cogía una mujer que lo hiciera. Niños que se criaban sólos, a pesar de estar rodeados de gente. Niños llenos de dinero que los harán ser unos inútiles.
Me encantaría entrar en la habitación de los señores, de grandes y enormes ventanales. Y las cocinas? Cómo debían de ser? Seguramente frías y enormes.
El coche va demasiado rápido y el viaje en el tiempo es tan efímero que me da rabia. Creédme que es verdad que me pasa cada una de las veces que pasamos por allí.
 Bueno y en medio de toda esta parafernalia que os he explicado, deciros que por algún motivo los arcenes de la autopista está llena de almendros que ahora están florecidos y son taaant bonitos!

CUPCAKES DE ALMENDRA
Ingredientes:
210 gr de harina
2 cucharillas de levadura en polvo
220 gr de azúcar
1/2 cucharilla de sal
70 gr de mantequilla a temperatura ambiente
2 huevos
1 cucharilla de vainilla
1 cucharilla de extracto de almendra
185 ml de leche entera
60 gr de almendra troceada

Tamizamos la harina con la levadura y apartamos.
Mezclamos la leche con el extracto de vainilla y de almendra y apartamos.
En el bol de la batidora, batimos el azúcar con la mantequilla hasta que quede una mezcla blanquecina e integrada.
Añadimos los huevos, uno a uno, batiendo después de cada uno. Añadimos la mitad de la harina , después la leche y finalmente la otra mitad de harina. Batimos hasta que quede una masa homogénea y finalmente añadimos la almendra picada y removemos con una espátula.
Llenamos las cápsulas, no más de 2/3 y horneamos a 170ºC durante 25 minutos o hasta que un palillo salga limpio.
Sacamos del horno y dejamos reponer 5 minutos, después los ponemos en un rejilla para enfriar.

TOPPING:
Alma Obregon 
Ingredientes:
250 gr de mantequilla
325 gr de azúcar glacé
2 cucharadas de leche
2 culleradetes de extracto de vainilla

En el bol de la batidora ponemos los azúcar, la mantequilla y la leche y batimos, primero a velocidad baja y después a velocidad mediana-alta durante 5 minutos.
Finalmente ponemos el extracto de almendra al gusto,
Un golpe los cupcakes estén completamente fríos podemos decorar con un boquilla redonda grande.

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